Cuando estaba estudiando literatura en la universidad fue la primera vez que la oí mentar, en mi pueblo Santa Lucia nadie conocía, ni consumía drogas. En la universidad en Caracas, por el contrario, era muy común que, en cada fiesta, se tuviera una mesa dedicada a todo tipo de sustancia. Yo siendo niña de pueblo solo probé dos, la maría y la coca, todo muy sanito.
Esos momentos se sienten tan lejanos. Los añoro tanto, no se en que momento mi vida logró complicarse de esta manera …
Cuando me gradué con honores de la universidad, inmediatamente conseguí trabajo en la mejor editorial del país recomendada por uno de mis profesores. Todo era perfecto, graduada y con el trabajo perfecto. A medida que pasaban los días mi gran desempeño me conseguía escalar posiciones en la empresa hasta que llegué a lo que siempre soñé: Editora en jefe.
El ambiente en mi trabajo siempre fue competitivo y poco amigable, cada uno debía defenderse por sí mismo y brillar, así tuviera que pisotear a alguien más. No era que yo hubiese cambiado, era lo normal en el gremio así que nadie lo veía mal. Pero al estar en una posición superior cada cual debía esforzarse y defenderse para que nadie lo hiciera caer, obvio la posición venía con enemigos propios.
Siempre tuve una vida medianamente tranquila, trabajo, casa, casa, trabajo, todo el tiempo dedicado a ser la mejor, pero conocí a Alberto, el hombre que nunca se hubiera fijado en la pueblerina, pero en la Editora en jefe sí.
Un hombre 10, apuesto, deportista, carismático y exitoso profesionalmente. Para mi fue una real sorpresa que empezara a llamarme, siguió siendo una sorpresa cuando nos volvimos novios y más aún cuando me pidió matrimonio.
Esa vida tranquila dejó de serlo, debía tener más horas al día para rendir en mi trabajo y ser feliz con mi hombre soñado, las 8 horas de sueño ya eran demasiado, además necesitaba más energía para que nadie me quitara mi rol en la editorial.
No quería renunciar a nada y algunos de la oficina usaban esa ayudita que yo nunca había necesitado porque tenía todo el tiempo para la editorial. Inicialmente una de mis compañeras me vio con ojeras y muy cansada en el baño, arreglándome para salir con Alberto y me regaló un poco. Esa noche fue la mejor, salimos a una discoteca y fuí la sensación, estaba arrolladora, lo que para Alberto fue lo mejor. Era el hombre más envidiado del sitio.
Al despertarme al día siguiente fui a buscar a mi compañera y le pedí otro poco para pasar el día, fue lo mejor: energía, euforia, concentración para todo, reuniones, manuscritos, cuentas, en fin, era como mi mejor versión. Al descubrir mi elixir mágico decidí contactarme con el proveedor y pedirle una cantidad apropiada para tener en mi escritorio, y en algunas ocasiones, un poco en mi cartera.
Siempre me cuidé muchísimo de la cantidad que consumía porque no me podía permitir que Alberto sospechara de mi pequeña ayuda, y menos que la editorial supiera que su Editora en Jefe era una adicta. Con pocos inconvenientes logré ocultarlo por dos años, tanto que fui, sin que Alberto se diera cuenta, con la excusa de que iba a visitar a una prima lejana a mi pueblo, a un centro de rehabilitación.
Todo fue bien hasta que en el trabajo el ambiente se volvió más competitivo que nunca ya que dos jóvenes muy talentosos y solteros aspiraban a mi puesto dentro de la editorial y, para colmos, Alberto decidió que era el momento perfecto para tener hijos. En la primera noche que tuve que pasar sin dormir para estar a la par en mi trabajo, recaí y volví a consumir mi elixir mágico.
No sé en que momento se me ocurrió que lo dejaría, era mi ayuda, era mi energía, era lo que me permitía tener a Alberto y mi trabajo soñado, nada me convencería nuevamente de dejarlo, ¡que locura!
Logré convencer a Alberto que no era el momento de tener hijos y decidimos hablar del tema un año después. Sin embargo, me pidió que empezáramos a hacernos exámenes físicos para prepararnos, yo acepté, pero debía encontrar una salida para tener unos exámenes falsos.
En la medida que pasaban los días todo se fue complicando, las exigencias de mi trabajo eran cada vez mayores, razón por la cual tuve que incrementar el consumo de mi elixir, pero esto me volvía a ratos muy irritable, en ciertos momentos me daban temblores, fiebre, agitación y mi salud mental estaba teniendo momentos oscuros, aunque en ese momento no lo notaba.
Alberto muy preocupado me llevó donde un médico, en ese momento pensé que todo era el fin, el médico inmediatamente me vio la nariz lo supo, tenía perforado el tabique nasal, sin embargo, le pidió a Alberto examinarme a solas, tal vez sí notó en mi mirada mis ruegos para que no dijera nada frente a él. No se si fue suerte o maldición, pero justo encontré un médico que fue adicto a mi elixir en la universidad, así que estaba dispuesto a ocultar mi conducta para darme una oportunidad.
El diagnóstico inventado para Alberto fue una rara enfermedad autoinmune que atacaba mi sistema nervioso, así que todo coincidía. Pero este fue el principio del fin, Alberto preocupado por mi salud, sin querer sospechar de mi adicción y en su afán de una cura milagrosa para que pudiera convertirme en mamá, comenzó a exigirme trabajar menos, alegando que necesitaba más descanso, a mi esto me asfixiaba, yo necesitaba todo ese tiempo para conservar mi lugar en la editorial.
Para no tener ningún tipo de discusiones con él, esperaba hasta que se durmiese para empezar a trabajar hasta la mañana siguiente, obvio tuve que incrementar el consumo de mi elixir porque en la editorial ya me estaban hablando de un cambio de trabajo. La falta de sueño combinado con el aumento de dosis acabó con mi salud mental.
Empecé a sentir que mis enemigos me querían hacer daño y empecé a sentir que Alberto era su aliado. Sospechaba de él y de todos en todo momento, hasta revisaba la cocina en busca de veneno.
En la editorial hace mucho sabían de mi condición, pero yo lo desconocía, solo estaban esperando la razón perfecta para despedirme. Llegó el día en que mi jefe entró en mi oficina y yo estaba con todos los manuscritos regados en el piso y tenía el escritorio boca arriba buscando micrófonos, así que inmediatamente me mandó a una evaluación psicológica y ese mismo día mandaron todas mis pertenencias a casa.
Yo enloquecí, llegue a casa y busque todo el elixir que tenía con la idea que me haría ver todo diferente, con la idea que, si lo consumía me sentiría poderosa y encontraría un trabajo aún mejor, pero algo pasó, nunca supe como, ni porque, terminé en un cuarto blanco de paredes acolchadas.
Yo solo recordaba a mi enemigo persiguiéndome para hacerme daño, pero mi elixir me salvó, porque yo era más fuerte y pude defenderme tirándolo por la ventana, fue casi milagroso, mi elixir salvó mi vida.
Me dicen que fue una sobredosis y lograron salvarme, pero antes de que mi organismo se desconectara en un ataque de furia, gritando cosas que nadie entendía, empujé a Alberto por la ventana.
No se que es verdad ni que es mentira, solo que todo se ve blanco.